Existen dietas para adelgazar que retiran las patatas, el arroz, hasta las legumbres… ¿El motivo? Su alto contenido en hidratos de carbono de rápida absorción, es decir, con un índice glucémico alto. Pero tener sobrepeso u obesidad no es una cuestión de comer o no cereales o patatas u otros carbohidratos.

Una manera efectiva de reducir la carga glucémica de tus platos que incluyan tubérculos o cereales es aumentar su contenido en almidón resistente, un tipo de fibra que no se absorbe y que es un verdadero festín para las tu microbiota saludable.

A esta fibra se le atribuyen diversos efectos positivos para la salud, puede ayudarte a mejorar los problemas de inflamación provocados por el exceso de peso, evitar la reabsorción de colesterol a nivel intestinal y mejorar la salud de tu ecosistema intestinal.

Cuando cocinas las patatas, boniatos o el arroz o los cereales del desayuno como la avena y lo consumes justo después de su cocción, ese almidón se transforma y se hace muy biodisponible; lo absorbes con mucha facilidad, subiendo los niveles de insulina en sangre y generando hambre antes o más rápido.

A continuación te voy a explicar un truco para evitar estos picos de insulina en sangre y consecuentemente el hambre post ingestión de hidratos.

El modo de cocinarlos es importante. En el caso de las patatas o boniatos, la cocción preferiblemente debe ser al horno y con piel, ya que de este modo no pasa al agua nada del almidón. También es recomendable no partirlo en trozos muy pequeños y refrigerarlos en la nevera a unos 4ºC durante 24 horas. Esto provoca una reacción en el interior de los alimentos que incrementa su proporción de almidón resistente y de ese modo, se convierte en una de fibra que actúa como un prebiótico que se convierte en un alimento para nuestra flora. De esta manera conseguimos bajar el índice glucémico de los hidratos.